Comentario diario

?Un reino dividido internamente no puede subsistir?. Me viene a la mente aquel deseo del corazón de Cristo de que seamos uno, para que el mundo crea. Jesús, al condenar el pecado contra el Espíritu Santo, advierte del peligro de la división. Los cristianos, si de verdad tenemos los mismos sentimientos de Cristo, tenemos que huir de la ruptura como del mismo demonio. ¡Y cuánta ruptura vemos a nuestro alrededor! Basta poner un rato el telediario, escuchar la radio o leer el periódico: tanta gente que se trata mal, que se traiciona, que busca pisar al otro. No nos conformemos con quejarnos de que se respire un ambiente de ruptura a gran escala: en los países, en los gobiernos, en la sociedad. Seamos más valientes y miremos si nosotros somos causa de ruptura en nuestro ambiente, si podemos convertirnos interiormente para sembrar más unidad, si está en nuestras manos poner de nuestra parte para ser cada día mejores constructores de paz. Precisamente el testimonio más elocuente y palpable de nuestra vida evangélica coherente es ése, la unidad. No tanto los grandes discursos teológicos, tan necesarios en su contexto, sino una vida que transmita ese deseo de unir lo que está roto.

La unidad no es uniformidad. No se trata de pensar todos exactamente lo mismo, pero sí de fomentar un ambiente de auténtica caridad cristiana. A veces tendremos que ceder en cosas opinables, reconocer nuestros errores, pedir perdón por el daño causado, saber ahogar el mal en abundancia de bien, callarnos cuando no podemos alabar. Si aquellos que no conocen a Jesús, que nunca han pisado una Iglesia, que se han distanciado de los sacramentos, que han ido apagando su fe, ven que los cristianos estamos peleados entre nosotros, que nos tratamos mal, que aireamos nuestras discrepancias, que no somos misericordiosos, será difícil que crean. De ahí el deseo de Cristo: que seamos uno para que el mundo crea, porque como dice hoy en el Evangelio, un reino dividido internamente no puede subsistir. De nuestro afán por construir unidad y de nuestro esfuerzo por generar un ambiente de unidad a nuestro alrededor dependen muchas cosas grandes. Depende que muchos se encuentren con Cristo, a través de la Iglesia, o salgan espantados.

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